Entre café y café, cuadernillo, libro y resumen, uno va pensando pelotudeces. Al fin y al cabo el noventa por ciento de las veces pienso con el ojete, y el otro diez por ciento mi cerebro se acuerda que para eso está él, el problema está cuando mi cerebro se atrofia y empieza a ser parte de mi ojete. Entonces es cuando empiezo a volverme loca, sospecho que no soy la única a la que le pasa, y que en realidad es probable que muchos ni siquiera se den cuenta que lo que les está pasando es que empiezan a enloquecer. Para que la locura no sea una pandemia, acá van mis tips de cómo saber si estás del orto (cuando sepa cómo solucionarlo, les aviso, pero esa no me la sé aún):
-Empezás a disfrutar el ruido que hacen las teclas (del teclado, la calculadora, etc) cuando las golpeás enérgicamente a la hora de escribir.
-Sacrificás horas de sueño por el hecho de que sentís que la humanidad y la no humanidad están en tu contra, principalmente, ese reloj de mierda que no te avisó antes que tenías que estudiar.
-Debido al ítem anterior, lentamente todo se vuelve cada vez más retorcido en tu mente, y cuando te querés dar cuenta cualquier cosa puede ser sumamente depresiva o sumamente graciosa, pero en ambos casos terminás llorando de manera desconsolada.
-Todo, absolutamente TODO se potencia, algo triste es tremendamente triste, lo mismo pasa con lo gracioso, lo doloroso, lo ruidoso.
-Cuando te das cuenta que estás hablando solo/a en un lugar público, y te estás contestando, y para peor en voz cada vez más alta, definitivamente estás enloquecido/a.
-Si donde sea que estés, te peleás con vos mismo/a y para colmo, te ponés mal porque te estás gritando... Ya no das más.
-Si encontrás satisfacciones en auto convencerte que de estos seis ítems sólo te sentís identificado/a en dos o tres, y te reís de la miseria ajena, no sólo estás enloqueciendo, sino que a demás sos un/a basura.
Me voy a estudiar, adiós.